Ninguna luz. ¿Realmente no alcanzás a ver ningún resplandor? Siento el ardor de verdaderas llamas, incandescentes.
Exactamente ésta es la emoción que motiva al simio a reponerse de la caída. El leño que estremece a la feroz combustión. A pesar de que la armonía le apasione -y con ello la estabilidad a la que se aferra, fiel-, la tragedia le conmueve inconcebiblemente. Un nuevo impulso, la quimera del alba incesante.
Acá la liberación, rasquetear la piel hasta unir el destello interno con el brillo del Sol. Anhelada conexión.
Y heme aquí. Desnuda o a capa y espada. Sumergida en la humanidad o aislada en el rinconcito más oscuro. De vez en vez, aprendiendo a nadar en el océano de la vida. Todos los ríos van a dan a la mar, quiero ser manantial.
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