
Me refugio en esta silla de ruedas por más que no la precise por verdadera necesidad ya que por solo intentar correr una vez más podría terminar logrando que me corten definitivamente las piernas.
Sí, me las amputarían y mendigos ciegos jugarían con ellas. Aquellos mismos que ruegan efímera ternura en cuentagotas y migajas de compasión. Luego -probablemente- las tomarían prestadas aquellas bestias que viven bajo las estaciones de trenes para descuartizarlas con disfrute.
No exagero. Vos serías mi Fando y yo... tu Lis.
¿Ves porqué te digo que no puedo abrir el candado que me mantiene presa a esta silla?
Con gusto la tiraría al delta de Tigre e iría trotando a tus brazos... pero ¿si no corrés a abrazarme?
Se me destrozarían las entrañas en infinitas partes. Los pedazos se desintegrarían sin parar transformándose en solitarias moléculas, luego en átomos hasta llegar a ser tan solo quarks... excitación en el vacío.
Nada. No habría elemento, herramienta o proceso que me ayudara a juntar significativamente la estabilidad emocional que jamás me perteneció.
Por favor, ¿qué no ves que el amor es un arma de doble filo?
¿Qué no ves que cuanto más me entregue más me podría doler?
Mi vida, no me calles con un beso ni me digas que son boludeces o dolores que sanan rápido. O que mañana terminamos y pasado encontramos otros seres que nos reemplacen y nos hagan creer en su pasión una vez más. Eso solo me indicaría tu desconsideración, tu poca vocación y tu escasez de amor.

Dormiré cual inválida -de piernas intactas- hasta que me despiertes.
Inválida de amor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario